domingo, 28 de octubre de 2007

Un pedazo de desnudo

La cama le ha esperado vacía,
como un estómago desasistido en la noche.
Trémula y meditabunda.
Creyó verle llegar en la estela de una nube
apátrida en la incesante lucha de poderes atmosféricos,
pero tan sólo fue un fuego fatuo del deseo.

Su cuerpo no hacía propósito de asomo por ninguna parte:
clandestinas sus huellas en el firme,
ausentes los avisos de su demora,
un grado de desajuste más el de los rizos de la almohada
en el desabrigado abandono...
Dieron las tres en el reloj de la catedral.
Estallaron las tres en el cielo como un infanticidio.
Metálicas las campanadas como aullidos sin fe.
Dormían a esa hora los inocentes, los paria de este mundo
y los hombres y mujeres de friso contenido.
Poco a poco, los cristales de las ventanas que albergaron alguna presencia
pasada comenzaron a empañarse.
Se notaba tanto su afilada ausencia que en su balcón,
a eso de las cuatro y media, una legión de palomas
comenzó a llegar en una inconfundible procesión de agonías.

Hay palabras cuya vida expira cuando comienzan a valerse de un cuerpo.
De otro distinto. Dan paso a los hechos. A los besos. A las caricias. Al consuelo.
Y yo te esperaba en el sillón de escay,
desconchado y feo. En el último sustento a esas horas de mi presencia.

1 comentario:

------ dijo...

He recogido este poema de Borges bajo un mal sonido, de la película ‘Los libros y la noche’ y aquí lo deposito, hermano, para hacer compañía al tuyo, si más, sólo con esa intención. Ambos son preci[o]sos.

Yo soy el que ahora está cantando
seré mañana el misterioso, el muerto,
el morador de un mágico y desierto oro
de sin antes, ni después, ni cuando,
así afirma la mística
me creo indigno del infierno (y) de la gloria,
pero nada predigo.
Nuestra historia cambia como las formas de Proteo
¿Qué errante laberinto?
¿Qué blancura ciega de resplandor será mi suerte,
ciando entregue el fin de esta aventura,
la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino olvido,
ser para siempre pero no haber sido.
Ajedrez misterioso la poesía,
cuyo tablero y cuyas piezas cambian como un sueño
y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto.